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Historia/mito de Ares (Marte)

Laura Cabrera Guerrero
Historia del Arte
Ares, o su equivalente, nombre por el que será reconocido en latín: Marte, es el dios de la Guerra. No debemos confundir su asociación con la de Atenea, en el caso de la diosa hablamos de la inteligencia, la estrategia y la astucia de cara a las Guerras. Mientras que, en el caso de Ares, nos referimos puramente a la Guerra en sí, y todo aquello (especialmente negativo) que esta representa: la lucha, la fuerza, el dolor, el ataque, la sangre, la muerte, la pérdida… Ares es uno de los dioses con peor temperamento de todo el Olimpo, el más brutal y cruel, por lo que no merece la pena, ni siquiera para el resto de divinidades, llevarle la contraria. Siempre se lo representa con una flamante armadura (en particular en la producción de esculturas romanas, cultura en la que ya nombrado Marte, cobra mayor relevancia que en la griega), asímismo, podemos verlo con un casco colocado sobre su cabeza, para así poder ver su rostro, y una lanza en una de sus manos. Imagen por One.

Hijo legítimo de los reyes del Olimpo

Ares es uno de los pocos ejemplos de hijos legítimos de Zeus, pues su madre es Hera, reina de los dioses y mujer de Zeus, fue por tanto uno de los descendientes legítimos de este complejo matrimonio y forma parte de la segunda generación de los olímpicos.

Sus múltiples conquistas, entre ellas la diosa más bella

Este dios consiguió múltiples conquistas, y no hablamos de tierras o batallas ganadas.

Asociado también como la divinidad más viril, incluso más que su padre, aunque a Zeus no es fácil superarlo, Ares sedujo y yació con muchas mujeres, tanto diosas como mortales, y por el camino engendró a muchos hijos e hijas.

Su amante favorita era la diosa del amor y la belleza, Afrodita, que ya estaba casada con Hefesto, pero a Ares no le importaba lo más mínimo este hecho.

El dios de la guerra y la diosa del amor tuvieron varios hijos: Eros o Cupido, dios del amor (según algunas versiones tal vez no fuera realmente hijo de Ares), Harmonía, Fobo y Deimo, entre otros.

La venganza de Hefesto

El pobre Hefesto, siempre ausente y trabajando, permanecía ajeno a la infidelidad de su esposa con Ares, aunque no tardó mucho tiempo en descubrir la terrible verdad.

Un día, Helios, el dios sol, contempló a los amantes, y decidió que lo justo era contárselo a Hefesto.

El dios de la forja, al enterarse de la desagradable noticia, supo que su mujer merecía un castigo, y allí, en su taller, Hefesto maquinó y fabricó un objeto con el que vengarse.

Mediante unos hilos de oro increíblemente finos y delicados, Hefesto tejió y confeccionó una red invisible. Podría parecer frágil, pero sería más fuerte y resistente que cualquier otra, una jaula perfecta.

El pobre dios tuvo que tragarse su orgullo herido y regresó a la morada que compartía con su mujer Afrodita, que lo recibió con una sonrisa. Él, triste y dolido, fingió que no sabía nada, y aprovecho para colocar la red en el lecho de ambos, el mismo lecho en el que Ares y ella se acostaban juntos.

Hefesto partió de nuevo y los Afrodita y Ares, sin sospechar nada, cayeron en la trampa.

La red los aprisionó, dejándolos atrapados en un momento íntimo, y Hefesto regresó y llamó al resto de dioses, para más vergüenza de los amantes, que así pudieron contemplar la infidelidad, todos fueron testigos del adulterio de Afrodita.

La pareja, atormentada, huyó en cuanto Hefesto los liberó de esa fina red prisionera (sólo él podía abrirla).

Afrodita se marchó a su isla natal, donde quiso pasar desapercibida un tiempo, aislada de los olímpicos.

Ares también se fue a su isla natal, furioso. Para desfogarse tras todo lo ocurrido, lo pagó con Alectrión, joven confidente y leal al dios, que hacía de guardián cuando Ares y Afrodita yacían juntos, él permaneció en la entrada del hogar, para evitar y advertir al dios si despuntaba el sol (Helios), o peor aún, aparecía Hefesto.

Claro que errar es de humanos, y un día, el pobre Alectrión se durmió, agotado de su labor como guardián. Fue entonces cuando Helios descubrió el pastel.

Como venganza y rencor acumulado, Ares transformó al pobre Alectrión en un gallo, así su estridente canto anunciaría siempre la salida del sol cada mañana, al amanecer.

Ares con los troyanos

Ares fue uno de los dioses que indirectamente (o no tanto), participó en la Guerra de Troya, una de las batallas más importantes de la Antigüedad.

Se convirtió en el único dios neutral en esta larga Guerra, ya que mientras el resto de dioses que participaban (Atenea, Afrodita, Hera, Apolo…) se mantuvieron en un mismo bando, Ares participó en la batalla, intercambiándose entre uno y otro. Ayudó al bando de los troyanos, y también al de los griegos, pues según su forma de ver, ambos guerreros mostraron un coraje y entereza únicas, y ya sólo por eso ambos merecían su ayuda e intervención.

Aunque su hermanastra, la diosa Atenea, demostró en más de una ocasión ser más astuta y ágil que él, y lo alcanzó e hirió varias veces durante la batalla.

El dios de la Guerra perdió en la de Troya.


Autora

Escrito por Laura Cabrera Guerrero para la Edición #13 de Enciclopedia Asigna, en 01/2012. Laura es estudiante avanzada en la carrera de Historia del Arte en la Universidad de Barcelona. Aficionada a leer y escribir sobre la historia, el arte, la mitología, la música y la literatura.