Fue uno de los dirigentes políticos atenienses más destacados de la antigüedad griega y un legislador notable que luchó incansablemente contra la tiranía y a favor de la libertad.
Nació y murió en el transcurso del siglo VI A.C., y perteneció a la tradicional e ilustre familia de los Alemeónidas.
Cuando el autoritarismo de los gobernantes empezaron a complicar la vida de los atenienses como él, cuya familia disponía de una larga tradición en la ciudad, decidió asumir un rol protagónico para contrarrestarlos y lideró una rebelión popular inédita.
Aliados con el ejército espartano derrocaron al tirano Hippias y pronto instauraron un gobierno pensado por y para beneficio del pueblo entero, y no de unos pocos.
Cuando su revolución triunfó, Atenas, estaba organizada en tribus unidas por una relación de sangre, en tanto, su primera medida fue reorganizar esas cuatro tribus en diez y les inculcó a los atenienses el concepto de polis por sobre el de tribu familiar que imperaba y que generaba tantos odios y rivalidades.
Por otra parte, primaba el clientelismo político y la corrupción, a los que combatió a partir del sorteo de cargos públicos, esto permitió que todos los ciudadanos pudiesen formar parte del consejo que se ocupaba de la gestión.
Les dio la misma injerencia a la hora de la toma de las decisiones a los que pertenecían y a los que no a la nobleza, es decir, independientemente de las clases sociales todos tenían poder de decisión.
Por otra parte, descentralizó el poder y democratizó la justicia, agilizando el sistema judicial y garantizando juicios justos.
Con el objetivo de preservar a como dé lugar la democracia fue el promotor de la ley del ostracismo que castigaba con el destierro a los opositores del sistema democrático y a cualquier persona que se considerase un peligro para la continuidad de este.