Historia/mito de Dionisio

Laura Cabrera Guerrero
Historia del Arte
Dionisio, Dioniso (en griego Διόνυσος Diónysos), o Baco para los romanos, es el dios del vino y la fertilidad. Se asocia con la lujuria, la ebriedad, los vicios y, en definitiva, los excesos; todo aquello contrario al orden y al decoro. En el arte, es habitual representarlo de manera notoriamente distinta a los otros dioses olímpicos principales. En lugar de un torso musculado, suele tener un aspecto fofo, hinchado. Y entre sus cabellos, normalmente habrá unas uvas o una corona de hojas de parra entrelazadas entre sí. Además, muy probablemente sostendrá en una de sus manos un racimo de uvas, o directamente un recipiente con vino. Por no hablar de su aspecto, el rostro extasiado, desconcertado, ebrio por su propio elemento. Imagen por One.

El dios que nació dos veces

Dionisio nació de la unión entre Zeus, el rey de los dioses, y Sémele, una mortal. En este caso, Zeus no tuvo que conquistar ni engatusar a la futura madre, pues ella estaba terriblemente enamorada del poderoso dios. Tal era su amor, que le suplicó poder verlo con todo su esplendor, en su verdadero aspecto.

Zeus, encantado de presumir de sí mismo, accedió al deseo de Sémele, no sin antes advertirle que, para cualquier mortal como era ella, ver a un dios en la cúspide de su poder era extremadamente peligroso.
Cuando Sémele vio a Zeus, extasiada ante su imponente imagen, olvidó sus sabias palabras y corrió a abrazarlo, cayendo fulminada.

El dios comprendió que su amante había muerto al instante, sin poder hacer nada por salvar su vida. En cambio, en su vientre, el hijo de ambos, aún prematuro, seguía con vida. Por ello, Zeus decidió salvarlo, y se lo cosió en su corpulenta pierna, para que siguiera creciendo y pudiera nacer sano. Ese pequeño bebé era Dioniso.

Pocos meses después, Zeus pudo abrir su ya abultado muslo, y nació Dioniso. Se dice que era hijo de dos madres porque además de Sémele, el rey de los dioses lo llevó en su interior durante un tiempo, y gracias a él pudo sobrevivir. Zeus era padre y al mismo tiempo madre del retoño.

Los celos de Hera

Las cosas no tardaron en complicarse. Cuando Hera, la reina de los dioses y esposa de Zeus, descubrió que su marido había tenido una aventura y un hijo más enfureció, y decidió vengarse.

El pequeño Dionisio estaba tan protegido, que la diosa no se atrevió a intervenir sola. Famosa por su actitud persuasiva y convincente, Hera instigó a los poderosos Titanes, que obedecieron sus órdenes descuartizando al pobre Dionisio, y además, por si fuera poco, lo hirvieron en un caldero.

Este hubiera sido el final del pequeño de no ser por la titánide Rea (también madre de Zeus y Hera) que se apiadó del retoño y decidió salvarlo de aquella crueldad, devolviéndolo a la vida.

Cuando Rea le contó a Zeus lo que su esposa había intentado hacer, este envió a Dioniso con Ino y Atamante, los reyes de Orcómeno, en Grecia, para que criaran a su hijo como si fuera suyo propio, a lo que estos accedieron encantados.

Sin embargo, Hera no tardó en descubrir esta estrategia, y con su magia provocó que la pareja enloqueciera.

El rey de los dioses, ya exhausto de la constante lucha con su mujer, acudió de nuevo al rescate de Dionisio, y esta vez lo dejó a cargo del dios Hermes, también hijo suyo, mensajero oficial y por tanto el más viajado, para que lo llevara donde creyera que pudiera estar mejor, y sobre todo, a salvo.

Hermes lo llevó con las ninfas, las Musas y los Sátiros, y Dionisio creció educado por estas fantásticas criaturas.

Inventor del vino

Al criarse en un entorno natural, Dionisio descubrió la vid (también podemos llamarla parra) y en un inicio esto lo convirtió en un dios de la vegetación, con unas excelentes dotes de jardinería.

Le gustaban todas las plantas, pero la parra era su favorita, aquella que siempre llamaba su atención.

Un día, se fijó mejor en su fruto, las uvas, y a base de varios experimentos, inventó el vino. Orgulloso de su creación y el sabor de aquel delicioso elixir, Dioniso recorrió el mundo, decidido a enseñar a los mortales a preparar su invento y así extender el uso de este.

Uno más en el Olimpo

A medida que Dionisio se hacía adulto y ganaba fama y respeto en el mundo, su orgulloso padre observaba todo esto desde el Monte Olimpo. En una asamblea, se reunieron todos los dioses para decidir si Dionisio merecía o no un puesto junto a ellos, un lugar en el Olimpo.

Hera no opinaba, no quería saber nada. Y el resto parecía conforme con un nuevo integrante, aunque a la vez se mostraban reacios. El motivo que les generaba rechazo era el número total de dioses. En aquel momento eran doce, número que consideraban perfecto, divino e incluso mágico. Si Dionisio entraba al Olimpo, pasarían a ser trece, número impar y asociado a la mala suerte.

Hestia, la diosa del hogar, halló la solución (para sorpresa de los presentes, pues era una divinidad tranquila, que rara vez intervenía).

Ella quería ayudar lo máximo posible en los hogares, sobre todo a las amas de casa. Los mortales la necesitaban más que nadie, era lo que consideraba Hestia. Por este motivo, ofreció generosamente su puesto del Olimpo a Dionisio. Ella permanecería en la Tierra, y el número seguiría siendo doce. Gracias a ella, el dios del vino se ganó un lugar en el gran Monte Olimpo.

Baco y Ariadna

Baco llegó a tener muchos amoríos, pero el más destacado sin duda fue con Ariadna, la princesa de Creta. Esta joven muchacha de sangre real se enamoró perdidamente del joven Teseo, y lo ayudó a escapar con vida del terrible laberinto y del monstruo que lo habitaba: el minotauro.

Ariadna, ilusa, esperó a su amado en el puerto, para huir con él, pero esto no entraba en los planes de Teseo. El joven, convertido ya en un héroe, se marchó sin ella.

La princesa no tuvo demasiado tiempo para lamentarse por el abandono, ya que poco después apareció Baco, que se quedó pasmado ante la belleza de la muchacha, que acabaría convirtiéndose en su esposa.

Las Bacanales

La concepción de Dionisio/Baco fue evolucionando a medida que pasaba el tiempo. Y por culpa del vino, se fue considerando paulatinamente un dios lujurioso, problemático y demasiado atraído por la juerga.

La expresión bacanales viene heredada de él directamente (Baco), y eran unas fiestas que se celebraban en la Antigüedad Clásica, durante la época romana concretamente, en honor al dios, en las que no faltaba el tumulto y el desorden.

Se considera a Baco opuesto al dios Apolo, asociado al orden y a la armonía, de ahí la oposición entre Apolodoro y Dionisíaco, términos que se aplican incluso a la música.


Autora

Escrito por Laura Cabrera Guerrero para la Edición #17 de Enciclopedia Asigna, en 09/2011. Laura es estudiante avanzada en la carrera de Historia del Arte en la Universidad de Barcelona. Aficionada a leer y escribir sobre la historia, el arte, la mitología, la música y la literatura.